Este blog está dedicado a mi alumnado pero también a esos curiosos lectores que deseen detenerse en él. ¡Bienvenidos al apasionante mundo de las letras y de la educación!
domingo, 6 de octubre de 2024
CLASES DE PALABRAS. 3º/4º ESO. CURSO 24-25
viernes, 5 de abril de 2024
EL TEXTO ARGUMENTATIVO. 1º BACHILLERATO. CURSO 24/25
-Aunque
yo mismo voy a veces al teatro -continuó-, ahora debo maldecirlo, pues tu
desmedido apasionamiento por esta afición perturba la tranquilidad de mi hogar.
Tu padre me repite siempre “¿Qué utilidad tiene? ¿Cómo se puede perder así el
tiempo?”.
[…]
-Pero, por el amor de Dios, madre, ¿es inútil todo aquello que no llena la
bolsa de dinero, todo aquello que no nos procura una posesión inmediata?
Los años de aprendizaje de Wilhelm
Meister, Johann Wolfgang, Goethe.
¿Es realmente
inútil todo aquello que no nos proporciona un beneficio?
En
las páginas iniciales de esta magnífica novela, Goethe desvela el
extraordinario amor que Wilhelm siente por las marionetas y el teatro. El
choque entre el protagonista y su padre refleja un conflicto más amplio entre
pasión y utilidad, entre idealismo y realismo. Wilhelm no siente ningún interés
por el comercio, pero se ve impelido a ocuparse de los negocios
familiares. Y así, cuando parte de viaje
para recuperar unos créditos, se relaciona con actores y compañías teatrales,
frecuenta el mundo de los artistas, de la corte, de la aristocracia, de la
burguesía. Y este viaje de formación, en la parte conclusiva, lo lleva a ser
miembro de la misteriosa Sociedad de la Torre, una asociación filantrópica.
Wilhelm se da cuenta de que su diletante atracción por el teatro le había
ofrecido la oportunidad de cultivar libremente su curiositas y de
conocer la vida en sus múltiples aspectos. Persiguiendo lo “inútil”, el joven
aprendiz aprende que nada es más hermoso que ser “útil” a la sociedad: el
itinerario pedagógico lo ayuda a elevarse del amor a sus intereses al amor por
la humanidad (no por azar, Wilhelm se hará médico). El diálogo con su compañero Werner (que desde
joven opta por el comercio) pone de manifiesto las diferencias que los separan:
“Acabas de encontrar a tu amigo después de mucho tiempo y, acto seguido,
empiezas a tratarlo como una mercancía, como un objeto de especulaciones con el
que puede obtenerse alguna ganancia”. Limitarse a perseguir lo útil, en definitiva,
reseca el espíritu. Cultivar lo “inútil” nos ayuda a dar un sentido profundo y
noble a la vida.
NUCCIO ORDINE, Clásicos para la vida, Acantilado.
ADECUACIÓN
1. Justifica por qué este texto es adecuado.
(Localización, intención comunicativa, función del lenguaje que predomina,
elementos de la comunicación, registro, etc.).
COHERENCIA
2. ¿Cuál
es el tema y el resumen del texto?
3. Explica
la estructura interna del fragmento anterior y su tipología textual.
COHESIÓN
4. Explica los recursos
lingüísticos, y literarios, del texto:
A) Mecanismos
de referencia interna.
a) POR
REPETICIÓN. Palabras clave, campos semánticos (términos hipónimos e
hiperónimos), campos léxicos, campos asociativos, sinónimos, antónimos, palabras
polisémicas, etc.
b) POR
SUSTITUCIÓN. Deixis, anáfora y catáfora, elipsis.
B) Marcadores
discursivos o conectores.
lunes, 22 de enero de 2024
TEXTO NARRATIVO: SHUAIB
SHUAIB
Ahmedabad, Guyarat, India
La tela se hundía en el tinte azul. Las manos de Shuaib la empujaban. Después emergía, se ahuecaba, flotaba. El color era tan intenso que hipnotizaba. Índigo sintetizado con formol, cianuro de hidrógeno y otros químicos. Añil, azulón, azur, el color de los jeans. En algunos pliegues se oscurecía. El agua residual corría teñida por el canalón. A pesar de los químicos, prefería ese trabajo a la inspección de los defectos de las telas mientras se doblaban y caían al carro desde los grandes rodillos. Sin embargo, él quería usar las máquinas. Él tenía cabeza, ya se lo había dicho a Gautam Kakambani más de una vez, pero el hombre, aquel hindú arrogante y sudoroso, parecía regocijarse encargándole trabajos donde solo había que emplear la fuerza. Arrastrar bidones de tintes, llevar placas, teñir las telas de algodón. Levantó la cabeza y miró al final de la nave. Otros muchachos hacían el mismo trabajo que él. Algunos usaban guantes, pero a Shuaib no se los habían dado.
Las telas de colores se tintaban en la impresora rotatoria, con los rodillos y las enormes pantallas, cada una de un color distinto, por las que iba pasando la tela. Las sogas de algodón para los vaqueros las teñía una máquina, pero se había estropeado, así que ahora todos estaban tiñendo a mano para llegar a cumplir el pedido. Tenían que sumergirlas varias veces y después escurrirlas, enrollarlas. Las manos de Shuaib estaban azules.
Deseaba que llegara el final de la jornada. Estaba exhausto y , sin embargo, no se iría a descansar. No, debía ver a Anand. Comprendía que se había portado mal con él. La enfermedad de de Nisa le había trastornado. Estaba decidido a pedirle perdón a su manera. Miró hacia las ventanas sin cristales. El aire tórrido y las primeras sombras se volcaban contra ellas. El cielo estaba encapotado. El calor predecía la tormenta. Shuaib deseó ver volar un amandava, deseó la promesa que auguraba su vuelo rojo, pero solo había nubes. De pronto, unos cuervos aletearon cerca. Uno entró en la nave y graznó y revoloteó creando un alboroto entre los hombres. Algunos dieron manotazos para espantar al pájaro. El cuervo picoteó algunas cabezas. Después, se posó en el borde de la ventana y emitió unos graznidos que hicieron reír a Shuaib. Era como si estuviera satisfecho por aquellos picotazos. Como si dijese: "Habéis tenido vuestro merecido, bobos humanos. Picotearé de nuevo a quien se atreva a perseguirme".
Cuando Shuaib retomó el trabajo, vio la pluma en el tinte. Era de un negro brillante, aterciopelado. Flotaba y comenzaba a teñirse de azul. La cogió. Hundió el cálamo en el colorante y después trató de dibujarse un pájaro en el brazo, pero no supo. En la piel se le quedó un garabato. Volvió a mojar la pluma para intentarlo de nuevo y una gota se deslizó de la caña, cayó sobre las sogas de algodón recién tintadas y retorcidas. Una mancha azul más oscura quedó impresa, casi imperceptible, con una forma confusa, que podía parecer un ave, un corazón , una letra. Shuaib recordó entonces, sin saber por qué, a aquella chica con la que había cruzado una mirada cuando viajaba en tren hacia Ahmedabad. Con el cálamo, dio forma a aquella mancha para que pareciese un corazón. Algún día, pensó, una chica como esa se enamoraría de él.
-¡Muchacho, ponte a trabajar! -le gritó un hombre.
Al fin, la jornada terminó. Shuaib se lavó las manos y corrió a la sala donde se amontonaban los retales de tela que él usaba para dormir. Tomó unos cuantos, los enrolló y los ató hasta formar una pelota, mientras mordisqueaba un chile y sus párpados se llenaban de sudor. Salió de la fábrica en busca de Anand en el momento en que caían las primeras gotas. Algunos trabajadores, al ver que comenzaba a llover, regresaron en busca de plásticos para cubrirse. Provocaron cierto tumulto en la entrada de la fábrica. Shuaib se abrió paso entre ellos.
Todavía no llovía mucho y aquellas primeras gotas refrescaban el ambiente. El chico aspiró el aire húmedo con ansia. Se sintió bien, caminó hacia el riachuelo disfrutando del agua que mojaba sus mejillas. Por un momento temió que Anand no estuviera o que, si estaba, echase a correr, molesto con él. Pero no ocurrió ni una cosa ni otra, y Shuaib despreció la mansedumbre de aquel hindú y al mismo tiempo la admiró.
-La he hecho para ti -dijo mostrándole la pelota de tela.
El rostro de Anand se iluminó. Balanceó la cabeza de lado a lado, sonriente, después de inclinar el torso en señal de agradecimiento. Shuaib le lanzó la pelota. Anand chapoteó en el fango del río para alcanzarla. Pateó la bola de retales y se la lanzó a Shuaib. También Shuaib corrió. Los dos jugaron bajo la lluvia, que arreciaba. Golpeaba las aguas limosas, se escurría por sus pieles oscuras, ahora brillantes en las sombras del atardecer lluvioso. Empapaba sus ropas y la pelota de tela pesaba más. Anand y Shuaib corrían tras ella, se la lanzaban como si fueran dos chicos cualquiera, dos adolescentes en un parque con un balón de reglamento. Como si no fueran un paria hindú que recogían desperdicios en las aguas contaminadas de un riachuelo fangoso y un muchacho musulmán que trabajaba en una fábrica doce horas diarias. Jugaban. Anand saltó para patear la pelota de nuevo y con el impulso cayó de costado al barro. Shuaib no pudo evitar doblarse de la risa. Después, arrepentido, se acercó y le ofreció su mano para ayudarlo a levantarse.
Anand estaba lleno de barro y de porquería. Su boca de dientes perfectos sonreía, pero entonces vio la mano de Shuaib, una mano de niño, áspera de trabajo, de dedos largos, con las cutículas de las uñas azules, sobre la que caía la lluvia, y se tensó. Estaba acostumbrado al rechazo. Shuaib no se dio cuenta de aquel gesto del hindú que tardó un poco más de lo necesario en estirar su brazo y agarrar aquella mano. El barro y el agua se fundieron entre los dedos apretados de los muchachos. Era la primera vez que se tocaban.
Anand, el intocable, y Shuaib, el musulmán.
Manos azules y manos de barro.
Cuando se hizo de noche y solo se veían los ojos blancos de los muchachos, dejaron el juego. Estaban exhaustos, empapados y llenos de lodo apestoso. En un lateral de la fábrica caía un torrente de agua de la lluvia. Corrieron hacia él y se metieron debajo. La catarata súbita de la lluvia les hizo reír. Después, Anand se despidió de Shuaib y se alejó por el camino que bordeaba la fábrica.
-Eh, te olvidas esto -gritó Shuaib, lanzándole la pelota de retales, pesada de agua y barro.
Anand la atrapó en el aire y una explosión de gotas lo rodeó. Después, inclinó la cabeza sonriente.
Shuaib lo vio marcharse. Aún permaneció un rato debajo de aquel chorro, que se le metía entre los párpados, en el cuello, que le pegaba la ropa a la piel y resbalaba por sus piernas hasta los tobillos llenos de barro. Un hombre con un paraguas de colores cruzaba el patio de la fábrica. Shuaib se encaminó hacia allí. Todo el cansancio le cayó de golpe. Si cerraba los ojos, se podría dormir andando y, sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, se sintió feliz.
Mónica Rodríguez, JEANS. Colección Lidera. Edit. Oxford.
jueves, 18 de enero de 2024
SELECCIÓN POEMAS 1º ESO
Separado de ti cuando respiro
El aire se me vuelve en un suspiro
Y en polvo el corazón de desaliento. [...]
piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan? [...]
al empuje violento
del dulce y triste recordar de un día
que pasó como el viento.
Cuán presentes están en mi memoria
un nombre y un suspiro...
Página extraña de mi larga historia,
de un bien con que deliro. [...]
Juan Ramón Jiménez
NO QUIERO
No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime. [...]
No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos. [...]
No quiero amar en secreto,
llorar en secreto
cantar en secreto.
No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO…
Ángela Figuera Aymerich (fragmentos)
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
Gustavo Adolfo Bécquer
RIMA LIII Volverán las oscuras golondrinas Pero aquellas que el vuelo refrenaban Volverán las tupidas madreselvas Pero aquellas cuajadas de rocío Volverán del amor en tus oídos Pero mudo y absorto y de rodillas, Gustavo Adolfo Bécquer |
miércoles, 17 de enero de 2024
UN SONETO DE REPENTE. Lope de Vega. 1º ESO
UN SONETO DE REPENTE
Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
Yo pensé que no hallara consonante,
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.
Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.
Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.
Lope de Vega (1617). Escrito para la comedia La niña de Plata
COMPRENSIÓN LECTORA
1- ¿Quién manda hacer un soneto a Lope?
2- ¿Cuántos versos tiene un soneto?
3- Según el poema, ¿cuántas estrofas lo componen? ¿Cómo se llaman?
PALABRAS PARA JULIA
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.